Ir al supermercado sin una planificación previa suele acabar en compras innecesarias y, muchas veces, en comida que termina en la basura. Organizar las compras de forma más eficiente no requiere grandes cambios, pero sí algo de constancia y atención a los hábitos. Con una rutina sencilla, es posible ahorrar tiempo, dinero y reducir el desperdicio de alimentos.
El primer paso consiste en crear una lista de la compra antes de salir de casa. Parece básico, pero marcar una diferencia notable. Revisar la nevera y la despensa permite saber qué se necesita realmente y evitar compras duplicadas. Agrupar los productos por categorías —frutas, carnes, limpieza— facilita también el recorrido en la tienda y reduce las decisiones impulsivas.
Planificar el menú semanal es otro truco muy útil. No hace falta definir cada plato con precisión, pero tener una idea general de qué se va a preparar ayuda a comprar lo justo. Por ejemplo, si sabes que vas a hacer una crema de calabacín o una tortilla de patatas, puedes adquirir solo las cantidades necesarias, aprovechando los ingredientes para varios platos. Esto también permite optimizar el uso de productos perecederos.